Sin lugar a dudas, las empleadas del servicio doméstico contribuyen a elevar la calidad de vida de las familias, pero los dueños de casa, por razones de estricta seguridad, deben tomar medidas eficientes al vincularlas y durante la permanencia de aquéllas en el seno del hogar.
Si se contrata servicio, debe establecerse su identidad y proveniencia, verificando los datos y las referencias con absoluta rigurosidad. La visita domiciliaria es clave para establecer las condiciones familiares y vecinales de la persona.
Debe evaluarse si conviene que las empleadas manejen con tanta libertad las llaves de la residencia y, sobre todo, si es contraproducente que las lleven consigo durante sus salidas o vacaciones.
Las domésticas no deberían estar autorizadas para recibir visitas, menos aún si no se encuentran los miembros de la familia.
También deberían ser revisadas a entrada y salida en las porterías y no estar por encima de las normas de seguridad.
Es imprescindible capacitar a este personal para que no suministre información de manera indiscriminada sobre la composición, los recursos económicos y las costumbres de los miembros del hogar.
También para que no se convierta en víctima de modalidades como la "llamada millonaria" (la cual ya hemos tratado en otra entrada de este blog).
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