Los diferentes espacios que ofrece Internet se han
convertido en campos de batalla en los cuales valen la mentira, los montajes,
la difamación y hasta los ataques directos con palabras altisonantes.
Las llamadas “redes sociales” ya no sirven al
propósito de consolidar los procesos comunicativos entre las personas y las
comunidades. Al contrario, dividen, fanatizan, generan odios…
Ya ni los niños siquiera se extrañan de las
injurias y las calumnias, y son pocos los internautas que no atizan el fuego
adicionando o restando versiones a su acomodo en casi todos los dominios de
opinión (farándula, política, etc.).
Hay “bulos” dañosos que corren por la Web como
bolas de nieve, creciendo a medida que se desplazan a través de las mentes
incautas y las maliciosas, y que crean falsas verdades después irrebatibles.
En fin, es poco lo que se puede hacer al respecto
como no sea mantener una actitud observadora, prudente, cauta. En muchos
casos podría ser preferible, inclusive, abstenerse de participar…
Por todo esto Umberto Eco consideraba que Internet
propicia que los mentecatos e indeseables se conviertan en reyes y que las
opiniones que nadie antes tenía en cuenta, gracias a la red, debido al bazar
cibernético de los idiotas, se están volviendo verdades de nuevo cuño: ¡he ahí
la mayor desgracia de la cultura contemporánea!