Con frecuencia los clientes y usuarios de los servicios de la compañía nos preguntan a qué se debe lo que ya en muchos ambientes se denomina “fuga de información”; es decir, la forma indiscriminada como en la sociedad contemporánea circulan y se diseminan los datos de las personas con gran afectación para su intimidad y seguridad.
En esta nueva “entrada” del blog quisiéramos que quienes buscan nuestra asesoría en estos aspectos reflexionaran un poco acerca de varias conductas de riesgo en las cuales con gran frecuencia incurrimos de buena fe y que consideramos “normales” por el giro de los negocios o la mera vida en comunidad.
Nos referimos a esas situaciones a las que nos vemos abocados o compelidos por motivos en esencia de índole comercial, cuando tenemos que proporcionar prácticamente todos nuestros datos a extraños que pueden manipularlos o distribuirlos con buena o mala intención:
1. Al contraer deudas o créditos (o al servir como fiadores) en instituciones o entidades financieras públicas o privadas,
2. Al adquirir ciertos productos en bancos y grandes superficies (como sucede con las tarjetas débito y crédito),
3. Al comprar inmuebles,
4. Al comprar vehículos,
5. Al figurar como responsables o titulares de cuentas de servicios públicos,
6. Al tributar (al pagar impuestos, tasas y contribuciones),
7. Al comprar electrodomésticos,
8. Al participar en rifas, juegos y promociones,
9. Al adquirir boletas y al concurrir a ciertos espectáculos públicos,
10. Al recibir tarjetas de “fidelización” en algunos almacenes de cadena,
11. Al suscribirse a revistas, periódicos y otras publicaciones,
12. Al adquirir paquetes o “combos” de servicios domiciliarios de telefonía e Internet,
En esta nueva “entrada” del blog quisiéramos que quienes buscan nuestra asesoría en estos aspectos reflexionaran un poco acerca de varias conductas de riesgo en las cuales con gran frecuencia incurrimos de buena fe y que consideramos “normales” por el giro de los negocios o la mera vida en comunidad.
Nos referimos a esas situaciones a las que nos vemos abocados o compelidos por motivos en esencia de índole comercial, cuando tenemos que proporcionar prácticamente todos nuestros datos a extraños que pueden manipularlos o distribuirlos con buena o mala intención:
1. Al contraer deudas o créditos (o al servir como fiadores) en instituciones o entidades financieras públicas o privadas,
2. Al adquirir ciertos productos en bancos y grandes superficies (como sucede con las tarjetas débito y crédito),
3. Al comprar inmuebles,
4. Al comprar vehículos,
5. Al figurar como responsables o titulares de cuentas de servicios públicos,
6. Al tributar (al pagar impuestos, tasas y contribuciones),
7. Al comprar electrodomésticos,
8. Al participar en rifas, juegos y promociones,
9. Al adquirir boletas y al concurrir a ciertos espectáculos públicos,
10. Al recibir tarjetas de “fidelización” en algunos almacenes de cadena,
11. Al suscribirse a revistas, periódicos y otras publicaciones,
12. Al adquirir paquetes o “combos” de servicios domiciliarios de telefonía e Internet,
13. Al pertenecer a clubes sociales o recreodeportivos o a organizaciones parecidas,
14. Al crear y usar sin reserva correos electrónicos,
15. Al crear perfiles y usar sin reserva sesiones en sitios sociales de Internet (por ejemplo Facebook, Twitter, Sonico, etc.),
16. Al crear páginas Web y blogs sobre los conjuntos residenciales en donde habitamos, nuestro grupo de amigos, la empresa o la oficina y nuestra familia,
17. Al promocionar o sacar a venta inmuebles brindando sus datos y los nuestros a través de los periódicos, las revistas e Internet (inclusive publicando mapas, planos y fotografías),
18. Al responder encuestas personales o telefónicas políticas, comerciales y de otros tipos, y
19. Al permitir que los trabajadores del hogar (empleadas domésticas, conductores y escoltas) y los servidores de multifamiliares (conserjes, vigilantes y “toderos”) manejen datos en forma indiscriminada y tengan contacto sin limitaciones con desconocidos.
En conclusión, casi todos aceptamos las ventajas de la globalización, que a este nivel también supone libre circulación de datos, pero no estamos dispuestos a permitir que nuestra privacidad e intimidad se alteren.
Para que aprecie la envergadura del problema haga el ejercicio de digitar y buscar su nombre en Google. Se sorprenderá: siete de cada diez personas podrán encontrarse...
14. Al crear y usar sin reserva correos electrónicos,
15. Al crear perfiles y usar sin reserva sesiones en sitios sociales de Internet (por ejemplo Facebook, Twitter, Sonico, etc.),
16. Al crear páginas Web y blogs sobre los conjuntos residenciales en donde habitamos, nuestro grupo de amigos, la empresa o la oficina y nuestra familia,
17. Al promocionar o sacar a venta inmuebles brindando sus datos y los nuestros a través de los periódicos, las revistas e Internet (inclusive publicando mapas, planos y fotografías),
18. Al responder encuestas personales o telefónicas políticas, comerciales y de otros tipos, y
19. Al permitir que los trabajadores del hogar (empleadas domésticas, conductores y escoltas) y los servidores de multifamiliares (conserjes, vigilantes y “toderos”) manejen datos en forma indiscriminada y tengan contacto sin limitaciones con desconocidos.
En conclusión, casi todos aceptamos las ventajas de la globalización, que a este nivel también supone libre circulación de datos, pero no estamos dispuestos a permitir que nuestra privacidad e intimidad se alteren.
Para que aprecie la envergadura del problema haga el ejercicio de digitar y buscar su nombre en Google. Se sorprenderá: siete de cada diez personas podrán encontrarse...
Recuerde que la delincuencia también tiene acceso a los bancos de datos y que para evitar los abusos se impone una línea media de cautela y relativa reserva. ¡Usted debe establecerla, nadie más lo hará!