Autor: Carlos Eduardo Mejía Sarmiento, Consultor de Seguridad
(Publicado en la Revista “Integración Empresarial” de Coremco DC, Bogotá, Edición Nro. 1 de Nov.-Dic. de 2004)
En algún momento del decurso de sus actividades todos los empresarios, grandes o pequeños, sin importar el tipo de negocio al que se dedican, se ven abocados a definir y ejecutar el esquema de seguridad de sus organizaciones. Es decir, a gusto o disgusto, deben establecer y poner en práctica la metodología y los recursos para enfrentar y resolver las vulnerabilidades propias y las amenazas de su entorno.
Casi siempre se llega a este crucial momento por una mala experiencia, bien sea porque los antisociales han intentado perpetrar un delito contra las personas, las instalaciones, los vehículos o las mercancías propias sin lograr consumarlo o porque, en efecto, lograron sus nefastos propósitos. Por lo común se trata de ilícitos contra el patrimonio, como pueden ser las intrusiones con apoderamiento de bienes y otros daños colaterales.
El empresario cae entonces en un estado emocional de gran incertidumbre, de desconfianza hacia quienes lo rodean, de susceptibilidad extrema, y, a veces, de escepticismo frente a la sociedad y las instituciones cuando por primera vez los daños patrimoniales son muy considerables o hay repetición de los hechos. Es en este punto cuando no pocos desisten por completo de su iniciativa motriz generadora de progreso y muchas veces, endeudados hasta la quiebra, caen en el peor marasmo y en un negativismo total que los margina del ciclo económico.
Después de un episodio de estas características vienen los arrepentimientos, la sensación de impotencia y, un poco hacia el final del túnel, el loable deseo de buscar apoyo. Pero el empresario no sabe a quién acudir y, sobre todo, le teme a nuevas y costosas inversiones que no sabe si resultan adecuadas para la solución de sus problemas.
En este punto de análisis habría que aclarar que en Colombia ya muchos inversionistas y creadores de riqueza asumen desde un comienzo la problemática de seguridad asesorándose de expertos y partiendo de dos consideraciones ideales: que la inversión en seguridad debe ser concomitante con la de infraestructura y que la improvisación en esta materia puede acarrear consecuencias devastadoras. Pero el común de los empresarios sigue aún otra vía menos coherente: primero sueña con las ganancias que genera su empresa, luego empieza a montarla y sólo cuando sufre algún percance aboca el tema de seguridad.
Sin posar de expertos en futurología distópica, podemos afirmar por extrapolación que el acontecer mundial no se despejará con facilidad en los años venideros y que el panorama nacional, enrarecido por múltiples factores que implican desestabilización y crisis, seguirá distinguiéndose por la violencia. En tal orden de ideas, a pesar de los avances que se han dado en infraestructura pública, comoquiera la deuda social no se ha saldado, podemos predecir también que Bogotá, en el vórtice de la problemática colombiana, seguirá siendo una ciudad en donde conviene tomar medidas urgentes y eficaces de seguridad a título personal, familiar y empresarial so pena de sufrir las consecuencias si ello no se hace.
Pero es vital recurrir en demanda de apoyo a quienes saben del tema, a quienes por formación y experiencia diaria lo conocen. Por ejemplo, a las empresas de servicios o asesoría legalmente establecidas, controladas por la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada, respetuosas de los parámetros comerciales, administrativos, laborales, fiscales y parafiscales que fija la normatividad vigente.
Éstas ya no sólo prestan el servicio tradicional con personal de vigilancia sino que muchas disponen de autorización para instalar, mantener y monitorear alarmas contra intrusos (sensores de movimiento, por ejemplo), dispositivos industriales de alerta en casos de incendios, inundaciones y otras emergencias, barreras perimetrales, discriminadores de audio para prevenir la rotura de vidrios o sensores sísmicos para combatir la demolición de muros o paredes y medios cada día más sofisticados de protección de accesos para puertas, ventanas y claraboyas. Algunas, que ya manejan muy bien el espectro tecnológico, han dado el salto cualitativo del monitoreo por vía telefónica al sistema celular digital y al soporte de geoposicionamiento, apoyándose en la tecnología satelital y de Internet, como se confirmó en la feria de seguridad registrada hace pocos días.
En cualquier empresa de vigilancia que se respete debe existir un departamento de seguridad con personal de consultores o asesores avalados legalmente, idóneos para diagnosticar las necesidades específicas de cualquier contratante potencial y trazar pautas para el diseño y la implementación consistente de un programa de protección de las personas, las operaciones y los bienes de interés para cualquier empresa. Así, con una planificación estratégica por escenarios basada en el estudio de las posibilidades económicas reales de la unidad de negocios se irá con firmeza y sin rezagos hacia adelante en seguridad.
Para terminar, los empresarios no deben olvidar que las tendencias globales de la seguridad en nuestros días, o sea las “megatrends”, como se dice en prospectiva, son las siguientes: 1. Uso creciente de la más avanzada tecnología como apoyo al sistema de protección; 2. Mayor exigencia al hombre de seguridad, quien debe acreditar un perfil superior y ciertas competencias; 3. Complementariedad con las autoridades y los organismos de apoyo, y 4. Formación de núcleos vecinales o barriales de protección integral para generar ambientes menos vulnerables.
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