Los delincuentes no se detienen en su designio de hacerle daño a las gentes de bien y, en particular, de apoderarse del patrimonio de otros.
Según lo advierte la policía y lo comentan los medios de comunicación, las bandas capitalinas están utilizando a menores de edad, en particular a niños, para realizar sus fechorías en empresas, conjuntos residenciales y establecimientos de comercio.
Por esta vía eluden la responsabilidad que les cabría si actuaran personalmente y exponen un capital humano que no les interesa y al cual las sanciones penales le son aplicadas por normas y jueces con relativa inferior drasticidad.
El fatídico empleo de inimputables, es decir de personas que al momento de ejecutar la conducta punible (típica y antijurídica) carecen de la capacidad de comprender su ilicitud o de determinarse de acuerdo con esa comprensión por inmadurez sicológica (o trastorno mental o diversidad sociocultural o estados similares) nos demuestra aún más la peligrosidad de la delincuencia de nuevo cuño.
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